miércoles, 12 de febrero de 2014

Aquella reforma religiosa

El Papa de Roma era el máximo representante de Dios en la Tierra.
Para llegar a Dios, había que pasar por él.
Hasta que un monje dijo no,
decidido a tratar directamente con Dios.

Los príncipes electores eran los propietarios de la tierra
hasta que otro monje dijo no,
decidido a poner en práctica
el derecho a poseer la tierra que se trabaja.

El primer monje, apoyado por los príncipes electores, venció.
El segundo, perseguido por los mismos príncipes, lo perdió todo.

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