jueves, 16 de octubre de 2014

La lavadora 'cojitrabunda'

El caso es que no tengo teléfono móvil, y no estoy seguro de si es porque no tengo dinero, porque ando escaso de parné, porque me he hecho unas manoplas con el forro de los bolsillos o simplemente porque el otro día metí en la lavadora los pantalones donde lo guardaba, con tal mala suerte de que en el primer centrifugado se fue la luz. Los operarios del ayuntamiento habían cortado con la motosierra, en un descuido, ciertos cables que no debían, dejando a todo el barrio a oscuras, y eso que eran las doce del mediodía. 

La verdad es que ni me di cuenta de la movida. Desde hacía un par de días andaba metido en un estado de ánimo cabizbajo por no decir cojitranco y meditabundo, porque no me entraba en la cabeza, por más vueltas que le daba, que los ceros a la izquierda no valgan para nada y sin embargo los ceros a la derecha nos hagan babear, cuantos más mejor. Solo cuando la vecina de arriba empezó a berrear mandando a tomar por culo a su marido, caí en la cuenta de que la lavadora había dejado de hacer la ola. Entonces la desenchufé, puse la ruleta de mando en un lugar llamado stop, conté hasta diez de menor a mayor, alternando el cardinal de uno con el ordinal del siguiente, y del tirón volví a enchufar la lavadora y a mover el mando hacia la casilla de inicio, y la máquina empezó de nuevo a girar por su propio eje.

Como la cosa volvía a funcionar, aproveché para retomar mis meditaciones, que más o menos venían a ser cuestiones como: ¿es mejor hacer mogollón de mermelada de zarzamora para cuando llegue el otoño-invierno, o comer zarzamoras hasta la sobredosis diaria recomendada y cuando se pase la temporada adiós muy buenas y a otra cosa mariposa, como puede ser darle al tomillo en infusión o en transfusión?

En realidad, la cuestión parecía sencilla, y sin embargo, dos días después seguía sin tenerlo claro. Había llegado a un callejón sin salida cuya única salida era volver a la realidad, es decir, hacer alguna gestión vía móvil de tercera generación, pero como te imaginarás, no pude hacerlo por lo que te vengo contando.

Y desde entonces, ahí voy, sin móvil por la vida.

Si quieres que te diga la verdad, me he dado cuenta de que en realidad no lo necesito, no me hace falta. Todo el mundo sabe que soy una persona de rutinas. Todo el mundo sabe que todos los meses de mayo me gusta pasarlos en Singapur atendiendo unos negocios. Todo el mundo sabe que me gusta pasar el otoño en un pueblo del Pirineo catalán cerca de Queralbs, y que para recibir el año nuevo nada mejor que alojarse en esas cabañas superamuebladas en las Islas Maldivas.

Ya digo, una persona de costumbres a la que es fácil localizar si pasa cualquier cosa. Sin embargo, ya ves, soy incapaz de vivir sin lavadora, porque ya sabes lo que dicen: no es más limpio el que menos ensucia sino el que más lavadoras pone.


El autor totalmente cojitrabundo

jueves, 9 de octubre de 2014

Porque menos es más

Después de unos meses de inactividad en el blog, aquí estamos de nuevo, con mucha energía y ganas de darle un cambio a nuestro proyecto. Y es que en este tiempo de silencio, hemos repensado lo que hacemos, cómo lo hacemos y por qué lo hacemos. 

Cuando empezamos a ofrecer nuestros productos de cosmética hace ya algunos años, nuestra primera idea fue elaborar únicamente productos de caléndula. La caléndula la cultivamos en nuestro huerto y el aceite de oliva lo compramos en un pueblo cercano, así que elaborar productos con esos dos ingredientes como base era la opción más sostenible que se nos ocurrió.

Sin embargo, aquel deseo inicial se fue transformando ante la posibilidad de tener una lista de cosmética amplia que incluyera algo para todos los gustos, para todas las necesidades, para todas las edades. Actualmente, es increíblemente sencillo acceder a cualquier ingrediente que queramos añadir a nuestro jabón o crema, por exótico que sea. Basta un clic en el teclado del ordenador y a los pocos días aparece en tu casa como por arte de magia.

A pesar de todo, siempre te falta algo. Cuando no es el jabón de rosa mosqueta, es la crema de baba de caracol, y cuando no la piedra de alumbre. Así que hemos ido comprando más y más ingredientes hasta que un día, al mirar el armarito de los aceites, pensamos: ¿es esto realmente lo que queremos hacer?; ¿de verdad necesitamos todos estos aceites, magníficos sí, pero exóticos y carísimos y que dentro de un año van a quedar muertos de risa en su frasco porque han pasado de moda?

De modo que hemos adoptado una postura intermedia entre la idea original basada en la caléndula y el frenesí acaparador que nos había invadido últimamente, y hemos simplificado nuestra lista de productos para intentar que la mayoría de los ingredientes sean locales. El aceite de oliva, adquirido en pueblos cercanos, será la base de casi todos nuestros productos. Y para añadirle más propiedades aún, utilizaremos hierbas cultivadas por nosotros o recolectadas en los alrededores. Aún así, mantendremos ciertos aceites que nos parecen muy interesantes, como el de argán o el de rosa mosqueta. Y aunque en un principio la lista de productos haya quedado bastante reducida, esta nueva apuesta nos obligará a buscar nuevas plantas, nuevas combinaciones, nuevas opciones con lo que tenemos a mano. 

A nosotros nos encanta este nuevo giro que ha dado el proyecto de Gente Lombriz, y esperamos que a vosotros también os resulte interesante.