Pasa que en 1774, financiado por Jhon Jhonsom, comerciante de esclavos, ron y cosas por el estilo, lord entre los lordes del Imperio británico para más señas, James Watt inventa la máquina de vapor, dando con ello el pistoletazo de salida a la revolución industrial.
Pasa que en 1813, con más soldados de los que se emplearon contra Napoleón y 27 sólidos patíbulos colocados en lugares de lo más emblemáticos, se acaba en Inglaterra con la revuelta luddita.
Pasa después que unos succionadores enormes y totalmente inmisericordes, situados en ciudades sin alma, van atrayendo hacia ellos a todo aquel que encuentran por pueblos y caminos y los depositan en fábricas dispuestas para echar 14 horas seguidas de lo más entretenidas.
Pasa que en 1864 cualquiera que trabajase en una fábrica, dotado de buena voz y rodeado de semejantes, cuenta con un libro al que poder llamar manifiesto y en el que apoyarse para decir: "Porque nosotros, la clase obrera, queremos liberarnos de la tiranía del jefe de la fábrica sin liberarnos de la tiranía de la fábrica".
Pasa que en octubre de 1917 el zar, después de darse la mejor de las vidas, pasa a una vida todavía mejor, y que el camarada del soviet supremo del partido de la clase obrera que lo sustituye se va encabronando cada vez más cuando cualquier camarada le dice cuatro verdades a la cara.
Pasa que en 1945 acaba la II Guerra Mundial. De un lado del telón de acero, pasan los días bajo el peso de la hoz y el martillo; del otro, las banderas que pesan se llevan en los bolsillos.
Pasa que estamos en 2013 y los ceros a la izquierda han perdido todo su valor. Y pasa también que la clase obrera se ha convertido en la clase de abismo que se encuentra a raudales por las calles del planeta Tú Mismo Con Tu Mecanismo.
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