jueves, 7 de mayo de 2020

El pecado de parar el mundo nunca se lo perdonarán

Se habla mucho estos días de la importancia de aumentar el gasto en la sanidad pública, como diciendo que de los recortes lodos, vienen los hospitales hasta los codos, y, efectivamente, el gasto sanitario va a aumentar: el tuyo. De momento, el gasto necesario para hacerte con el equipo standard anti-transmission .

En cuanto al Estado, se gastará lo mínimo en adaptar los hospitales a la nueva normalidad y en equipos de lo más normalitos para el personal sanitario. Ni siquiera vamos a tocar a una cama por enfermo en el pasillo cuando el otoño que viene vuelva la nueva versión, corregida y aumentada.
Eso sí, la experiencia de haber montado un hospital de IKEA en IFEMA será de gran ayuda.

El pasaporte sanitario será otro regalito de la nueva normalidad. Lo de la bolsa de hierba lo puedo pasar, dijo el agente, pero ayudar a cruzar la calle a un octogenarius habiendo tenido paperoflexia de crío, imposible. Multa de las guapas.

Lo suyo sería atender la causa para no tener que atender la consecuencia, como no podía ser de otra manera. Vamos, lo  que dicen por ahí: si las macrogranjas de animales producen macrogripes mundiales, evitando las macrograns evitaremos las macrogrips. Sin embargo, siempre se puede tirar por la calle de en medio y buscar la solución fácil que nos ofrece nuestra amiga la tecnología: magic sanitas app. Made in China, por supuesto. El Estado va a aprobar echando ostias el artilugio, que, por si fuera poco, hará más ricos a los ricos.

Mientras tanto, ya lo ves, seguimos  esperando la vacuna salvadora, con la que se forrarán los mismos que se han archiforrado puliéndose el planeta, creando con ello el caldo de cultivo necesario para que el virus prospere. 

Sin embargo, no en todos lados los estragos producidos por el virus han sido iguales. Las sociedades tradicionales donde todavía no ha llegado el progreso a saco lo han sufrido menos. Al no tener tantas cosas, tienen tiempo para ellos mismos, tiempo para convivir con los ancianos y no aparcarlos en las resident evil, tiempo para hacerse la comida y no comprarla prefabricada, tiempo para desplazarse a pata y no en trampas respiratorio-cardiochungovasculares. Y por aquí es por donde se puede atisbar un camino, por tener menos cosas, llevar una vida de monje e, incluso, hacer el bien sin mirar a quién, como hace la lombriz de tierra, que mientras hace sus movidas a todos beneficia.

Solo era un virus de malamuerte que mutó en comandante, del tipo de los que cuando llega manda a parar, y eso nunca se lo perdonarán. La fiesta caníbal no puede parar mientras quede algoalguien que fagocitar. Así las cosas, de nuestro paso solo quedarán unos y ceros en el altar del materialismo. Solo números... Al menos los rupestres dejaron pinturas en la cuevas, bien chulas por cierto.

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