viernes, 19 de abril de 2019

Esa cartita del INSEM

Recibí una carta del INSEM
en la que me ofrecían un trabajo de mierda,
y como ya estaba en ella, dije que no.

El futuro no parecía muy alentador
cuando bajé a la calle a tirar la carta
al precipicio azul del papel, pero, afortunadamente,
mi octogenario favorito del pueblo
ya estaba trajinando con el alambique,
y en cuanto me vio pasar por su puerta
me hizo la señal de que el chiringuito estaba abierto.

Solo me hicieron falta dos sorbos
para sentirme mejor,
para que nos sintiéramos mejor.

-Eres afortunado, tienes todo lo que yo quiero.
-¡¿Qué?! -respondí con voz estuperasposa.
-Tiempo -contestó él.
-¡Ah!... Y tú también tienes todo lo que yo quiero.
-¿¡Qué!? -respondió con voz rasposafacta.
-Autogestión -dije mirando la cantidad de embutido, queso, aceite, vino... que había a mi alrededor.

Hacíamos un buen equipo y brindamos por ello, 
con la satisfacción de tener todo el tiempo del mundo 
y todo el condumio y la bebida 
que nos diera la gana comer y beber.

Luego el octoge me ayudó amablemente a llegar a casa, 
y se fue a seguir con su tarea,
y yo me acoplé en un sillón a leer tranquilamente
para hacer trabajar al espíritu, que también es un músculo.


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