lunes, 24 de abril de 2017

Yo creía, yo pensaba que...


Yo creía, yo pensaba que era necesario crear tejido social para cambiar el mundo, y durante un tiempo formé parte de grupos de productores ecológicos, de grupos de consumidores concienciados y de centros sociales autolesionados. Hasta que llegué a la conclusión de que costaba más dinero trabajar en una red de cooperativas que darme de alta de semiautónomo, que de todas formas no podía.

Fue un momento duro. Incluso dejé de cultivar la huerta y de cortarme el pelo cuando me quedé sin él. Fue una década mala que tiene cualquiera, hasta que un día cualquiera de primavera llegó con fuerza la alergia y todo cambió.

No podía más. Me picaban ampliamente las espaldamanos y el pecho izquierdo tanto o más que la pierna derecha. Además, tosía bastante por varios sitios y recuerdo que se me nubló la vista y me desvanecí.

Cuando desperté, estaba de rodillas en la huerta suplicando que alguien viniera en mi ayuda. Entonces, un trocito de tierra se movió frente a mí y apareció un topillo que, nada más verme, volvió a sumergirse en la tierra. Aprovechando el subidón, yo hice lo mismo del tirón. Me embadurné de tierra y empecé a arrastrarme por ella como una culebra hasta mudar la piel.

Dos semanas después estaba curado. Había vencido a la alergia. Y para celebrarlo, decidí comerme menos el tarro por las cosas del mundo y pasar más tiempo en la huerta. Desde entonces, me dedico a exfoliar al público en general y me va de maravilla. Mismamente el otro día vinieron a verme tres personas de la capital en un avanzado estado de madrileñismo y por 72 euros los dejé arrastrarse a gusto por la huerta hasta que se quedaron nuevos. Uno de ellos se metió con barba y salió sin ella. 

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