Cultivo 30 olivos con amor y dedicación, tal y como aconseja el refranero castellano. Me preocupo verdaderamente de su bienestar y estoy atento a que nadie los incomode, empezando por un servidor. Observo la luna para dejar que ciertas tareas las termine ella, pero, sobre todo, rezo para que la cosecha sea abundante.
Rezo porque, a pesar del cuidado que le pongas, las aceitunas, la verdad, hacen lo que quieren. Basta una inversión térmica de 18 horas para que la cosecha mengüe hasta el punto de poder hacer tu retrato con el cinco, el seis y el cuatro. Una lluvia de granizo de tan solo un cuarto de hora bien aprovechado y adiós muy buenas. Ese incendio que prende los veranos...
Cultivo 30 olivos con amor y dedicación para agradecer la existencia de tales portentos, pero la cosecha está fuera de control. Sucede lo que la Naturaleza quiere, y así tiene que ser.
Nadie tiene todos los triunfos en la mano. Lo que puede ser una mala cosecha para mí, puede ser muy buena para los gusanos. Lo que puede ser una buena cosecha para mí, puede ser todavía mejor para las abejas y los pájaros.
Lo llaman el ciclo de la vida... y ahí vamos.
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