miércoles, 25 de junio de 2025

Era un excelente charcutero

 

Recuerdo que el charcutero me dijo, nada más entrar en la tienda, que mirando por el interés de sus hijos, los había matriculado en un colegio privado.

Sin embargo, no logro recordar la respuesta que le di. Quizás le dijese que el alumno diligente aprende solo, o algo parecido. 

Lo que sí recuerdo es que no pareció gustarle, porque se quedó callado, como señalándome con el cuchillo de la verdad dónde estaba la salida de incendios.

jueves, 19 de junio de 2025

Una situación de lo más rockambolesca a las puertas de la catedral de Notre Dame

 

En la puerta de la catedral de Notre Dame se estaba produciendo una situación de lo más rocambolesca.

-Lo siento, caballero, pero sin entrada no puede acceder a la catedral, decía un conserje,

-¡Pero, cómo! ¡Que soy el mismo Dios, joder! 

-Pues que sepa que una catedralota cristiana como esta es muy cara de mantener. Aquí todo es luxury, lo mejor de lo mejor.

-Pero si yo nací en un pesebre, sin lujos.

-Ya te digo, por eso la Iglesia casi desaparece. Perdedores, ls llamaba la gente a tus más fervientes seguidores tan solo ciento y pico años después desde tu ascensión a los cielos. Los Popes tuvieron que arrimarse a la realeza para sobrevivir. En cuanto vieron qué bien les sentaba la púrpura, cuánto les distinguía del rebaño, tuvieron claro que ese era el camino a seguir. Sí, es cierto que naciste en un pesebre, pero aquí se te venera como el Señor de los cielos y eso, amigo, ya te digo yo que sale carísimo.

-Entonces, ¿no puedo entrar?

-Claro que puedes entrar, pero con entrada. Son solo cinco pavos.

En ese momento, se arremolinaron ciento y pico orientales con la entrada bien visible en la frente, y el conserje no tuvo más remedio que cortar por lo sano.

-Mira, hazme caso, tira piu palante en aquella dirección y en dos meses y medio caminando a buen paso llegarás a la provincia de Guadalajara. Seguro que allí encuentra una ermita visigoda donde no te van a poner pegas al entrar.

-Vale, tío, dijo Dios a modo de despedida, y se le quedó mirando como diciendo, imagínate este nota cuando le llegue el momento y lo encuentre llamando a las puertas del cielo con cinco pavos en la mano... Menos mal que no soy vengativo, con abrirle la puerta que da directamente al minotauro será suficiente. Y si lo consigue, pues que entre, y si no lo consigue, por lo menos se calmará un poco el bicho, porque últimamente está en plan guerrero total y no hay manera de acercase a él.


domingo, 15 de junio de 2025

El día que conocí a Derzú Uzalá

Llevaba algunos años viviendo en La Taiga. Por mi cabaña pasaban comerciantes y curiosos interesados en mi línea de cosmética natural. En las conversaciones, muchos mencionaban con entusiasmo el nombre de Derzú Uzalá. Todos parecían habérselo encontrado cuando andaban perdidos, cuando La Taiga parecía que se los iba a comer. Una tarde estaba tranquilamente frente a la lumbre, cuando llamaron a la puerta.

-Buenas tardes, ando un poco perjudicado de esta rodilla. Me han dicho que aquí...

-¡Ostias, tú debes ser Derzú Uzalá! He oído hablar mucho de ti. Incluso tengo un retrato tuyo a carboncillo, mira.

-¡Joder, es verdad, parezco yo!

-Pero no te quedes en la puerta, pasa, siéntate aquí y vete remangando que te vas a lavar la zona afectada ahora mismo... Ahí lo llevas Derzú. Ahora te pongo la pomada de la verdad y la vida del tirón... Ahí, ahí... Vale. Deja que haga su magia. Apoya en este tronco la pierna.

-Gracias, de verdad. Desde que me tropecé, sentía que La Taiga me iba carcomiendo por dentro y por fuera.

-Que no, Derzú, que solo es una torcedura cojonuda. En dos días vas a sentir una gran mejoría y volverás a moverte por La Taiga como siempre.

-Me encantaría. La verdad es que me hubiera gustado traer algo para compartir, pero no he podido conseguir nada. 

-¿¡Ah, sí!? Pues no te preocupes. Ayer mismo pasó una caravana de comerciantes por aquí y pude cambiarles mis productos por de todo: chocolate, café, tabaco, licor de hierbas... Hay para elegir, Derzú. Nos vamos a poner moraos, ya verás.

Lo pasamos estupendamente puliéndonos el cargamento. Derzú estuvo contando anécdotas divertidísimas y yo me veía totalmente en el papel de su segundo de aventuras por La Taiga. Fueron dos días apoteósicos, hasta que Derzú se recuperó del todo y se fue. Lo vi alejarse desde mi cabaña. Iba con la mano abierta saludando al agua, saludando al viento, saludando a la gente al entrar en La Taiga.