Mi casera y yo tenemos una relación excelente, que dura ya doce años. Solo te digo que ayer pasé la tarde tranquilamente en su casa limándole las uñas de los pies y, sin pedir nada a cambio, ella me regaló un cartón de leche semidesnatada, dos pimientos rojos que tenía por allí y cuatro o cinco perrunillas tan secas que parecían de la despensa de Tathunkamón.
Pero, ¡mira por dónde!, buscando calidad de vida ha venido de la gran ciudad una persona que le ofrece más bicho por el piso a mi casera, y ahora yo tengo que dejar el piso porque lo dice el bicho a través de la casera.
Claro, si yo hubiese encontrado un piso mejor por menos bicho, a pesar de la buena relación, también me hubiera cambiado de piso.
Es la ley del bicho, creemos que hacemos lo que queremos con él cuando, en realidad, es él el que juega con nosotros.
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