Los niños han votado a un gato muy simpático para que sea su alcalde.
Los adultos han dicho que no era buena idea, porque los gatos no pueden tomar decisiones. Sin embargo, los niños han contestado que las decisiones las toman entre todos y que el gato en eso no pinta nada.
Luego los adultos se han ido con el rabo entre las piernas y los niños han seguido cometiendo sus fechorías no capitalistas.
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