lunes, 21 de noviembre de 2016

Una higuera en tierra de nadie siempre necesita una mano amiga

¿Qué podemos decir de la actitud general hacia una higuera que crece salvaje en tierra de nadie?

La experiencia nos enseña que todo el que pasa junto a ella le quita algo o aprovecha para limpiarse los bolsillos.

Pero la ilusión puede dar la vuelta a cualquier situación. Así pues, con la mayor ilusión, alguien decidió poner un cartel informativo sobre las virtudes de la higuera para cambiar la actitud general hacia ella. Y para que no todo fuera teoría, dedicó tres horas a la semana a cuidarla como enseña la permacultura.

Aunque la verdad es que no sirvió de mucho, y un día amaneció el cartel roto y 27 colillas decidieron anidar permanentemente cerca del tronco. Parecía evidente que el hábito de cuidar solo lo que nos pertenece en propiedad estuviese tan arraigado en nuestro interior como fomentado desde el ángulo oscuro del salón.

Abandonada a su suerte, de no ocurrir un milagro o que alguien se decidiera por una acción audaz, la higuera acabaría cortada a matasarra.

Anoche, ese alguien se acercó a la higuera, la regó con purín de aguardiente del país y, en cuanto empezó a reírse y tambalearse, aprovechó para echármela al hombro y llevármela a un macetón que tengo en la terraza.

Han pasado ya tres años de estos acontecimientos y parece que al animalito le ha gustado el cambio, porque ha empezado a dar cantidad de higos y se ha apuntado a un curso de castaña.

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